25.3.12

Flores en la pared

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Flores en las paredes

Frente a esa vieja puerta de madera, quebrada en su perpetuo lumbral, ellos bailaban tomados de sus viejas manos. Los otros, ellos atónitos y desquiciados, miraban el momento aterrorizados por los pasos continuos del tiempo. El viento y su frio roce, provocaba a los espectadores, recordando que su paso es tiempo y el tiempo es muerte.

Nadie atreviese a protestar en memoria del yacente. Cual estética planificada para el momento,  los violines sonaban y todos los otros callados, no porque no quisieran hablar, no porque no les pareciera terrible, sino, porque ellos mismos se sentían parte del baile.

Sus viejas manos en el cuerpo del otro, sus pasos apenas firmes en su edad y esa puerta, la misma puerta, ahora era testigo de este desplante. ¡Puta!, se escuchó desde uno de los invitados, sentado aún en una de las sillas acomodadas en el patio de esta vieja casa de adobe, que se cae.

Y los violines parecieron tocar más fuerte, y no se repitió más la frase, y la pareja siguió bailando alrededor del féretro del esposo de ella a sus pies, a la mirada de todos, callados.

Callados todos que suenan los violines.



22.3.12

El lobo estepario H.H

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Cada vez más irreal iba haciéndose la anterior escena, cada vez más increíble que estos ojos hubiesen podido mirar tan desencajados y fijos hace aún pocos minutos, con tanta gravedad y tan terriblemente. Oh, en esto era Armanda como la vida misma: siempre momento, no mas, nunca calculable de antemano. Ahora estaba comiendo, y el muslo de pato y la ensalada, la tarta y el licor se tomaban en serio, y se hacían objeto de alegría y de crítica, de conversación y de fantasía. Cuando un plato era retirado, empezaba un nuevo capítulo. Esta mujer, que me había penetrado tan perfectamente, que parecía saber de la vida más que todos los sabios, se dedicaba a ser niña, al pequeño juego de la vida del momento, con un arte que me convirtió desde luego en su discípulo. Y lo mismo da que fuese todo ello alta sabiduría o sencillísima candidez. Quien sabía vivir de esta manera el momento, quien vivía de este modo tan actual y sabía estimar tan cuidadosa y amablemente toda flor pequeña del camino, todo minúsculo valor sin importancia del instante, éste estaba por encima de todo y no le importaba nada la vida. Y esta alegre criatura, con su buen apetito, con su buen gusto retozón, ¿era al propio tiempo una soñadora y una histérica que se deseaba la muerte, o una despierta calculadora que, conscientemente y con toda frialdad quería enamorarme y hacerme su esclavo? Esto no podía ser. No; se entregaba  sencillamente al momento de tal suerte, que estaba abierta por entero, lo mismo que a toda ocurrencia placentera, también a todo fugitivo y negro horror de lejanas profundidades del alma y lo gustaba hasta el fin.



16.3.12

Tormento Injustificado

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Sea lo sea - Jorge Drexler

Una de esas amistades interesadas me la recomendó. Un profundo agradecimiento a la chica de labios rojos

Gracias por darme |@#¢∞¬÷... 


Genitallica "Guardaespaldas" 

13.3.12

La Tregua M.B.

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Jueves 19  de septiembre 

Hoy sí empecé a extrañarla. En la sección estuvieron hablando de ella, y de pronto me resultó insoportable que no hubiese venido. 

 Que acostumbrado estoy a ella, a su presencia.

Lobo Estepario

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Solo para locos 
Así es, y me gusta también el contraste en el que está mi vida, mi vida solitaria, ajetreada y sin afectos, completamente desordenada, con este ambiente familiar y burgués. Me complace respirar en la escalera este olor de quietud, orden, limpieza, decencia y domesticidad, que a pesar de mi odio a la burguesía tiene siempre algo emotivo para mí, y me complace luego atravesar la puerta de mi cuarto, donde todo esto termina, donde entre los montones de libros me encuentro las colillas de los cigarros y las botellas de vino, donde todo es desorden, abandono e incuria, y donde todo, libros, manuscritos, ideas, está sellado e impregnado por la miseria del solitario, por la problemática de la naturaleza humana, por el vehemente afán de dotar de un nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía.

                                                                                            Foto: JC AQ

8.3.12

El rastro de tu sangre en la nieve - G. Márquez

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Se habían casado tres días antes, en Cartagena de Indias. Nadie, salvo ellos mismos, entendía el fundamento real ni conoció el origen de ese amor imprevisible. Había empezado tres meses antes de la boda, un domingo de mar en que la pandilla de Billy Sánchez, el novio, se tomó por asalto los vestidores de mujeres de los balnearios de Marbella. Nena Daconte, la novia, había cumplido apenas dieciocho años, acababa de regresar del internado de la Châtellenie, en Saint-Blaise, Suiza, hablando cuatro idiomas sin acento y con un dominio maestro del saxofón tenor, y aquel era su primer domingo de mar desde el regreso. Se había desnudado por completo para ponerse el traje de baño cuando empezó la estampida de pánico y los gritos de abordaje en las casetas vecinas, pero no entendió lo que ocurría hasta que la aldaba de su puerta saltó en astillas y vio parada frente a ella al bandolero más hermoso que podía concebir. Entonces Billy cumplió con su rito pueril: se bajó el calzoncillo de leopardo y le mostró su respetable animal erguido. Ella lo miró y sin asombro afirmó que los había visto más grandes y firmes.


Llegaron a conocerse mientras se le soldaban los huesos de la mano, que se había astillado en aquella aventura erótico-festiva, y él mismo se asombró de la fluidez con que ocurrió el amor cuando ella lo llevó a su cama de doncella una tarde de lluvias en que se quedaron solos en casa. Todos los días a esa hora, durante casi dos semanas, se entregaron uno a otro sin el menor pudor. Ya casados, cumplieron con el deber de amarse mientras las azafatas dormían en mitad del Atlántico, encerrados a duras penas y más muertos de risa que de placer en el retrete del avión. Sólo ellos sabían entonces, veinticuatro horas después de la boda, que Nena Daconte estaba encinta desde hacía dos meses.


La misión diplomática de su país lo recibió en el salón oficial. El embajador y su esposa no sólo eran amigos desde siempre de la familia de ambos, sino que él era el médico que había asistido al nacimiento de Nena Daconte, y la esperó con un ramo de rosas tan radiantes y frescas que hasta las gotas de rocío parecían artificiales. Al coger las rosas se pinchó el dedo con una espina del tallo y el dedo le empezó a sangrar, pero no le dieron mayor importancia. Más tarde le prestaron atención al dedo ensangrentado y pensaron ir a una farmacia pero pasaron alguna de largo y cuando se quisieron dar cuenta ya llegaban a París. El pinchazo era casi invisible. Sin embargo, tan pronto como regresaron al coche, después de comer algo y limpiarse la herida, volvió a sangrar, de modo que Nena Daconte dejó el brazo colgando fuera de la ventana, convencida de que el aire glacial de las sementeras tenía virtudes de cauterio. Fue otro recurso en vano, pero todavía no se alarmó. 

«Si alguien nos quiere encontrar será muy fácil», dijo con su encanto natural.«Sólo tendrá que seguir el rastro de mi sangre en la nieve.»


Después de aquello, poco, a poco, se comenzaron a alterar, ya que el dedo sangraba y sangraba sin parar y todo se comenzaba a empapar de sangre. Una vez llegaron al hospital, Nena Daconte se quedo con el doctor en una camilla y Billy Sánchez esperó fuera. Nena Daconte ingresó a las 9.30 del martes 7 de enero. Billy Sánchez estuvo durante mucho tiempo intentando que lo dejaran entrar en el hospital, eso mientras sabía donde estaba, porque al poco tiempo se perdió y no supo encontrarlo y hizo todo lo posible para volver a encontrarlo y ver a su mujer hasta que por fin lo encontró.


El médico levantó sus ojos desolados, pensó unos instantes y entonces lo reconoció.


- Pero ¿dónde diablos se había metido usted? -dijo.

Billy Sánchez se quedó perplejo.

-En el hotel -dijo-. Aquí, a la vuelta.


Entonces lo supo. Nena Daconte había muerto desangrada a las 7.10 de la noche del jueves 9 de enero, después de setenta horas de esfuerzos inútiles de los especialistas mejor calificados de Francia. Hasta el último instante había estado lúcida y serena, y dio instrucciones para que buscaran a su marido en el hotel Plaza Athenée, donde tenían una habitación reservada, y dio los datos para que se pusieran en contacto con sus padres. El embajador en persona se encargó de los trámites del embalsamamiento y los funerales, y permaneció en contacto con la Prefactura de Policía de París para localizar a Billy Sánchez

Durante cuarenta horas fue el hombre más buscado de Francia y se difundieron fotografías por todos los medios de comunicación.


7.3.12

El desbarrancadero

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Cómo olvidarlo! Él arriba bendiciendo y abajo nosotros el rebaño aborregados en la cerrazón de la plaza. En mi opinión, en mi modesta opinión, bendecía demasiado y demasiado inespecíficamente y con demasiada soltura, como si tuviera la mano quebrada, suelta, haciendo en el aire cruces que teníamos que adivinar. Como notario que de tanto firmar daña la firma, de tanto bendecir Su Santidad había dañado su bendición. Bendecía desmañadamente, para aquí, para allá, para el Norte, para el Sur, para el Oriente, para el Occidente, a quien quiera y a quien le cayera, a diestra y siniestra, a la diabla. ¡Qué chaparrón de bendiciones el que nos llovió! Esa mañana andaba Su Santidad más suelto de la manita que médico recetando antibióticos.

Foto: JuanCa. Aguilar/Quito-Ecuador