3.7.12

Lo bello y lo siniestro

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Y dirigiesen apresurados a la montaña. Lo bello y lo siniestro de su huida retumbaba aún en los oídos de la ciudad. Todos inmóviles, en el medio de la plaza, recobraban aliento y aire. Comenzaron los mormullos, los gritos y justo en ese instante, ellos aún agitados, sintieron una quebrantada brisa en sus rostros. Para entonces, sus cuerpos ya se disolvían en la tierra. Hace solo unos instantes se habían recostado cercanos. Un abrazo cerraba el pacto. Entonces, en justificada complicidad la vegetación de la montaña recubrió apresuradamente sus extremidades y antes de que uno de ellos lograse parpadear, por primera vez desde que se habían entregado, ya habíase formado un solo cuerpo. Sus ojos aún distintos, en acción e interés, buscaban el consuelo en el otro, el proceso de consumo era doloroso y fue él, quien primero emitiera signos de dolor. 

Antorchas, reflejadas en los ojos infectados y tristes de los habitantes del pueblo, iluminaron el camino de tierra y piedra. Sin embargo, cuando fue necesario el primer paso hacia la montaña, nadie se atrevió a ir en busca de ellos. Ya con el miedo materializado en ese camino los gritos, insultos y reclamos cesaron. Todos regresaron en silencio al pueblo.

En poco tiempo, la vegetación palpitante fue apropiándose de ese cuerpo compuesto y aunque algunas partes externas mantuvieran cierta independencia, no se resistieron a la dolorosa ocupación. Cuando el olvido parecía recuperar el sitio a su estado virgen, el roce constante de una corriente de aire sobre lo que quedaba expuesto del cuerpo, esparció -por la plaza- una leve garua de lágrimas, cabello y piel.

La primera habilidad perdida fue el habla, la última la auditiva y a cada momento se escuchaba como las costillas crujían forzadas por el tránsito de sus órganos al apegarse más y más.  Pasaron los días y la independencia que habían gozada cada uno en el manejo de sus lenguas, saboreando todo aquello que se viera atrapado en sus deformes mandíbulas, fue limitándose por la intención ajena. La desaparición del gusto fue un proceso precoz e inesperado, lo último que saborearon fue al otro.

Sería in-considerable no publicar nada el día de mi cumpleaños, solo en la oficina y con algo de tiempo para rescatar -ante la ausencia de los jefes-. Así que acá les dejé el inicio de un proyecto solitario, sin duda, que ha iniciado en este espacio que espero sea  igualmente interesante como lo he imaginado. 

                                                                                                                                                                                      /JCAQ