24.4.17

[Historia 1] Perdición: Somos legión

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Vamos a suponer que borraste esa foto. Suponer, aunque siga allí escondida entre tantas otras, oculta. Quizá, entonces, todo sería diferente. No tendrías que escapar, día tras día, de ella, no sentirías que te mueres, no tendrías que soportar esos lapsos de llanto incontrolables, dormirías tranquila y tu sonrisa se volvería descuidada, libre. Si no existiera esa foto, si en realidad la hubieras borrado, no te importaría ese momento. Entonces, no correrías el riesgo de ser arrollada cada vez que cruzas una calle y no me hubieras sorprendido esa tarde cuando escribiste: “Me he vuelto la peor versión de mi y no me arrepiento. Él se casará con una plana, una simple, una básica”.

En la mañana, la tristeza es la huella de una historia rota. Fuera la ciudad parece inalterable. Estructuras cimentadas que se desgastan con las corrientes mínimas provocadas por la respiración de sus millones de habitantes. Proyecciones erigidas y despiadadas del pasado. Las ciudades prometen recuerdos. Es nuestra culpa que se conviertan en hoces punzantes, en memoria. Los amores prometen historias infinitas. Es nuestra culpa que se conviertan en una pequeña muerte. Después de todo, como decía Galeano, “pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”. Es nuestra culpa y por eso duele.

Noche. Tu reflejo en un ventanal. Llevas puesta su camisa y él no aparece en la foto. Así, lo permitiste. Después, todo se detiene. Ausencias atípicas, desconexiones bruscas, dejamos de hablar, nos detenemos, los detestamos, no caemos al suelo pero perdemos el equilibrio para siempre. Qué es el amor sino el equilibrio entre dos opuestos. Querías que se quedara contigo, aún lo quieres. Mal hacemos en nacer cuando ya estamos muriendo. Y ahora, te provocas miedo. Ahora, que prefieres inundarte de cosas por hacer para no pensar en él, para no tomar fuerzas y escribirle: “Tu ilusión inerte de una vida feliz no te dará más que una satisfacción momentánea, no te será suficiente nunca porque también tienes en la mirada la perdición... somos legión”.

Detesto la distancia. No poder sentarnos una tarde cualquiera y permitirnos ser monstruos. Pasarnos las palabras que se nos quedaron enganchadas en la soledad y burlarnos de ellas. Quizá, acompañarte a borrar esa foto. Pero antes, escribir tras de ella la sentencia de Pavese: “los solteros se toman el matrimonio más en serio que los casados”.