OBSESIÓN
Unos cuantos
destellos de luz se reflejan en su habitación pese a sus viejas cortinas rotas.
Retira con
delicadeza la sabana que la cubre y sin problema alguno la entrecruza alrededor
de su cuello. Ella duerme inconsciente de su alrededor, aunque su rostro marca
una ingrata sonrisa esta mañana. Una
corriente de aire se hace presente y se desliza por la espalda descubierta del
angustiado hombre. Sus manos tiemblan, quizá la angustia y la culpa están
presentes con anticipación.
Ya todo está listo.
El otro extremo de la blanca sábana esta sujeta a la viga de madera que
atraviesa el techo y apenas un sillón separa a esta familia de la experiencia
de la vida y la muerte. Su mano izquierda recorre fuertemente su rostro y se
detiene en frente de sus ojos. Allí las lágrimas comienzan a acumularse en su
temblorosa mano. Él sabe que es tiempo, que si tarda más el arrepentimiento
será una posibilidad. Él no quiere fallar y tiene que hacerlo mientras la mujer
de su vida duerme.
Es una mañana como
cualquier otra, después de todo, el alboroto empieza alrededor de las 06H00. La
gente apresurada a su oficina, el ruido y el esmog de los vehículos que se
encienden al unísono a lo largo de la calle y uno que otro grito de alguna
madre desquiciada por la rebeldía de su pequeño son parte de la rutina.
Unos cuantos
destellos de luz se reflejan en su habitación pese a sus viejas cortinas rotas.
Por el agujero más grande ingresa luz suficiente para encandilar los ojos
abiertos del cuerpo colgado sobre la cama. Pasaron tres minutos desde que aquel
fatal nudo aprisionó su cuerpo, por eso ya no hay pataleos ni intentos vanos de
gritos de auxilio.
La mujer duerme. Es
su último escondite de la realidad. El frio por la falta de una manta sobre su
cuerpo la lleva a enrollarse en posición fetal. Puede verse el vaho que exhala en la gélida habitación
y sus mejillas rojas.
Dos horas pasaron, la
manecilla del reloj se detiene bruscamente en el ocho y ella sigue inmóvil
sobre su cama. Después de todo, él imaginó que su pesado sueño no sería
suficiente para encubrir lo que tenía preparado. Tres píldoras de Ramelteon bastaron
para mantenerlas dormidas.
Y con letras
chuecas y un rasgo fino dos arrugadas hojas arrancadas de un cuaderno de
escuela, abochornadas por su contenido, acompañaron a la mujer en la cama.
Te amé con la intensidad
necesaria para soportar el dolor de entregarte mi vida. Pero que quede claro
que fueron tus manos y tus ojos los que me mantuvieron acá frente a tu silueta
por tanto tiempo. A tu lado sobreviví al desvarío de la vida que, antes, ni con
una botella de ron en mano pude soportar.
Mi alegría, mi vida y mis sueños se consumieron como esas antiguas copas.
Pase días, pensado cómo pudiste pedirme que te deje, te olvide y no te destruya,
no pude entender cómo me decías esto luego de escuchar tan repetidamente, te
amo.
Lo que me tranquiliza, es que
sé que sin mi estarás bien. Que volverás a sonreír y enamorarte. A mi realmente
me basta con que seas feliz. Sabes fue el martes, luego de la discusión frente
a los otros padres, que he decidido dejarte. No supe, inmediatamente, cómo
hacerlo, ni cuándo. Pero estaba seguro que tú ya no eras feliz conmigo.
Fueron duras tus palabras y
tus acciones. Sin embargo, a diario, esperé emocionado tus voces cariñosas para
saber que estaba equivocado. Pero estas llegaron muy tarde. Ayer, ya todo
estaba listo, tus besos y caricias no fueron suficientes para detener lo que ya
estaba en marcha. Supongo que en la frialdad de mis labios te imaginaste que me
iría. Así que hoy ya no te sorprenderá nada.
Pero no te preocupes por las
cosas, te he dejado, legalmente, la casa, el auto y la sortija de matrimonio.
Ayer me he dado tiempo para depositar en tu cuenta todo el dinero que he
tenido, que hemos tenido. Yo me llevó solo mi presencia.
Quiero que sepas que serás por
siempre la mejor mujer de mi vida y la única que amé. Por eso me he preocupado
tanto en los detalles. Aunque solo una petición tuya vagaba por mi cabeza estos
días. No quiero nada que me una a ti,
dijiste. Hoy, antes de irme he solucionado por ti esa petición. No me lo
agradezcas, yo sabía que era la más fiel muestra de nuestro falso amor.
Ahora ya nada te estorba,
recupera tu vida. Sé feliz.
Adiós.
El sol de medio día
cubre este barrio abandonado. Todos sus habitantes, para esta hora, están encadenados en sus trabajos. Después de todo
dejan de vivir para poder mantener la vida. Solamente ella queda entre todas
esas frías estructuras.
Sus parpados
tiemblan intermitentemente mientras intenta abrir sus ojos y su cuerpo se
estira. El siguiente segundo es realmente un desvarío. Sus ojos se abren tanto
que parece que saltaran de su rostro. Un temblor por todo su cuerpo se propaga
y una sensación de llanto inunda su cabeza. Su boca se abre tan forzadamente que
el grito, a continuación, no encuentra el camino correcto de salida y se queda
atorado en su pecho. Se levanta con furia, espera encontrar un error o una
salida, pero el cuerpo esta frio y rígido. Con sus dientes se ayuda para soltar
la sabana y tomar el cuerpo entre sus brazos.
Nadie escucha los
gritos de la mujer que carga en sus brazos el cuerpo triste de su pequeña hija
de 6 años que aún mantiene los ojos abiertos.
Unos cuantos
destellos de luz se reflejan en su habitación pese a sus viejas cortinas rotas.
Por el agujero más grande ingresa luz suficiente para encandilar los ojos
abiertos del cuerpo. Una sucia nota descansa a un lado de la ella. Él se marchó
y se llevó todo lo que la unía a él. Pero, ella aún no lo sabe. Ya se dará
tiempo después.
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