Su ropa esta vieja. Una
blusa holgada apenas, y un pantalón apretado por el que se nota su cuerpo
abollado. El cabello es negro. Su piel es blanca, sin huella de maquillaje.
Abandonada –hace más de 48 horas según detalla el informe policiaco- en una
quebrada al sur de la ciudad. No hay rastro de sangre en el suelo, tampoco hay
herida visible en su cuerpo: parece dormir. El sitio –no tan lejos de un
populoso barrio- está lleno de gente, unos son policías y otros son curiosos.
Es medio día de un martes de julio. Mishell Zurita, residente del barrio
Colimas, permanece parada sin habla en el lugar. Fue ella quien encontró el
cuerpo. Mishell lleva zapatillas de lona, un pantalón de colegio, un saco de
lana y nada combina. Esta sola. Los agentes del equipo de la policía forense en
el lugar ya no tratan de apartar a la gente, trabajan frente a la mirada de
todos. Mishell cae al suelo y nadie lo nota. Con 25 años esta residente de
Colimas había sobrevivido al frio de la noche anterior, oculta en esa misma
quebrada. Más tarde se sabría que su padre –un predicador cristiano reconocido
por la comunidad- y su madre –profesora de una escuela privada al otro lado de
la ciudad- mantenían –en su casa- un negocio difícil de contar.
Jacko AQ |
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