3.7.15

Despertar

No sabemos perdernos, vaya incapacidad. Vivimos obligados a los recuerdos. Entonces uno despierta un día, no se reconoce y trata de convencerse que sigue siendo el mismo. Sales, caminas y te despistas de aquella voz en tu cabeza que te grita que te vayas, que no eres de acá. Entonces sonríes, te frunces, te desesperas, respiras y saludas al primer conocido que encuentras. Y aunque el dolor te inunde te quedas allí, quieto con la mirada atenta y una expresión amigable escuchándolo. Finges que te interesa, abalas lo que dice, le dedicas un par de palabras, le das la razón y te vas.  No se trata de ignorar a los que te rodean, se trata de ignorarse a uno mismo. Y justo cuando empiezas a olvidarte de las ausencias, te asalta un recuerdo y regresas, te convences de que sigues existiendo, que todo va bien, que pudiese ser peor y caminas. Pero el segundo antes de cruzar la calle pasa un bus, de esos de los años 90, y quieres embarcarte y perderte. Quieres. Al final no te has ido, sigues, llegas y sigues.      


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