Está mal lo que voy a hacer. Rechazar
la importancia de la sonrisa. Cada día, despertamos y nos volvemos a convencer
de que las reglas del mundo están bien. Escondemos las heridas, respiramos profundo,
tomamos algo caliente, vemos nuestro reflejo y caminamos por la calle. Allí,
todos somos iguales. Nos inundan, nos fuerzan, nos llevan con ellos y nos exigen
sonreír. Nos molesta. No comprendo cómo sobrevivimos
a una vida en la que se busca, casi inmediatamente, clausurar el dolor. Cómo
aceptamos un mundo en el que alguien más nos dice el tiempo que debe -así en
imperativo, ¡debe!- durar la pena. Y sí, me refiero a esos procedimientos de injerencia
en la tristeza, a aquellos modos disfrazados de bondad que nos obligan a encubrir
los destrozos con una sonrisa. Entonces, un día te despiertas, miras el vapor
de tu respiración en el aire, te mojas la cara, cubres tus ojos con tus manos y
te vence la angustia, lloras. Ya no te parece que las reglas estén bien.
[Nunca quise obligarte a la
sonrisa. Solo quería darte la mano, así es más fácil llevar el peso.]
Jacko |