17.12.15

Me atrevo

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Me interesa que seas débil a las tentaciones. Yo llegué tarde. Somos ajenos. El café, demasiado caliente, se desborda por los bordes.  No importa lo que falte, el café nunca se sirve con mesura. Su vida era una locura, una aceleración, un ventarrón. Me resisto a creer sus límites. Varias veces vi desesperación y miedo inundar su cuerpo, nunca se detuvo. Era incontrolable. Hoy, mientras bebo un café embromo su recuerdo. Me encantaría decir cosas como “creo que eres mejor persona”. Pero no. Lo siento. Desde una oficina en un edificio remodelado, en el centro de Quito, cautelosa, incomoda, fastidiada, pregunta –se pregunta- quién es, sobre quién hablo, cómo me atrevo. Y, bueno, no me resistí a la tentación. Buena tarde. 

Jacko / Me atrevo 

14.12.15

Perderlo todo

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Voy a perderlo todo. No voy a detenerme en los detalles, pues evocar explicaciones suele ser más una señal de nostalgia, que una forma práctica de abordar la derrota. Lo sé, lo he visto en personas cercanas. Mi intención es, por lo contrario, motivar una alegoría festiva. 

¿Qué tan grave es perderlo todo? No tan incendiario, en realidad. Para este momento, usted ya habrá notado que: las únicas mentiras que puede evitar son las suyas; que vive, digo vivimos, bajo el resguardo de la ficción de alguien más; y, por lo tanto, al igual que una mentira palidece, se puede disipar su realidad. Así, pues, todas las vidas salen de las fábulas de un ajeno. Yo me pregunto si las personas libres no serán aquellas capaces de arriesgarse a crear su propia fábula, que no dan por hecho que nada cambia, cuando la cotidianidad demuestra que: Todo cambia, nadie cambia, todos mienten (No, por favor no agregue la “y”)

Lo noté hace 11 meses, fue en las calles de China. Estaba pegado a la ventana del micro, tiritando de frío, sujetaba una libreta sin un solo apunte en mis manos, absorto en cada detalle del paisaje, seguro que aquello era, para mí, lo más cercano a la sensación de felicidad. Una sorpresa insondable inundaba cada una de mis neuronas. En ese estado, incluso el detalle más simple era merecedor de toda mi atención. De aquel viaje me quedó una de las amistades más lindas y extrañas con la que cuento. Noté, entonces, que “si tenemos una vida lo bastante larga, nos convertimos en una criatura de nosotros mismos”, como escribió Irving. 

-Mejor quédate con esa idea. 

Me repito. 

No solo es alegría, pasión, felicidad. También es tristeza, dolor, ira, decepción. Es lo que destruye y lo que alimenta, lo que muere y lo que vive. Perderlo todo es: perderlo todo. Es coser a puñaladas a la criatura que hemos mantenido. Es desobedecer lo que la tradición latinoamericana nos ha impuesto: una pérdida que incluye únicamente el origen de la tristeza. Y, bueno, la pérdida también es alegría.


¿Qué podría perder ahora, si no me hubiese divertido tanto?
Jacko / China