9.2.16

Chao

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¿A quién le gusta cambiarse de casa? A nadie: cosas rotas, recuerdos, incertidumbre, amigos. Si te gusta la nueva casa, las cosas toman un sentido diferente. Pero no hay certeza sobre aquello. Hace 16 años, yo me estaba cambiando de casa. Aborrecía la idea. Mamá estaba enferma. La casa era más pequeña, sin acabados, un solo piso, sin pintura, sin puertas internas, el suelo era cemento, las calles alrededor no estaban asfaltadas, el lodo invadía nuestro patio y nos rodeaba una decena de terrenos baldíos. ¿Cuántas veces me he topado con este recuerdo? No muchas. En vez de aquello, al abrir las memorias de esa época me encuentro con una sensación feliz. ¿Saben cómo se hace feliz a un par de niños? Es fácil: les ofreces compañía incondicional. En este caso, eso fue lo que hicieron un par de pequeñas perritas-amigas que un día se tomaron la casa. 16 años es un largo viaje. Travesuras, locuras, sorpresas, destrucción, juegos, enojos, sustos, risas, ladridos, golpes, baños conjuntos, lamidas, caricias, esos son los recuerdos desde entonces. Y aunque no quisiera que se hubieran acabo nunca, hoy una de ellas no despertó. Por eso hoy escribo esto. Sí. Y es dolor. Es la forma que encuentro para poder expresarlo. La manera que, como una amiga me ha escrito esta mañana, puedo permitirme perderla. No puedo decir que esté de acuerdo, que me guste. Sin embargo, ella se merece ser parte de estas letras y las voces. Gracias. Borges para ti.



No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

                                                JLB

Chiquita / Jacko