20.8.16

La sonrisa más linda

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"Un día voy a morir, mis viejos van a morir, mi hermano se va a morir, y nunca, pero nunca más vamos a volver a estar vivos", Fabián Casas
La silla, en la que ella extiende sus piernas para llegar al sol, fue su refugio, pero ya no. Ahora prefiere recostarse a la leve sombra que le otorgan las flores de un pequeño jardín. Prefiere que su refugio sea público, expuesto. Cuando se recuesta allí, sin comodidad, dice que la invade una sensación embriagadora de caer, de la derrota. Suena el teléfono. Al otro lado, su madre. Ella no sonríe, habla con prisa. Respuestas cortas. Se despide, sonríe y continuamos. "Es que a ella la quiero mucho, pero me llama en cada instante. Siempre el peor. El otro día me sorprendió en una salida, no la quería contestar pero se enoja mucho. Sabes, siempre paso bochornos para que me diga lo mismo: cuídate, come, arrópate y descansa". Mira el celular, un iPhone, la imagen en la pantalla es una foto de ella y su mamá. Sabe que un día su mamá se va a morir y que, entonces, se va a querer morir con ella. Pero por ahora eso no la molesta.

Jenny (nombre ficticio) es lo más parecido a la brisa del amanecer en un lugar cálido. "Soy ligera", en efecto su paso invade de un aire fresco el lugar. "Eso me lo dejó la danza", asegura. Caminamos, faltan pocos minutos para las 21H30, estamos en el centro de la ciudad. A cada paso, demuestra -una y otra vez- como la vergüenza no la embriaga. Siempre sonríe. Sonríe incluso luego de tropezar en la vereda, mientras simula pasos de baile, en su esfuerzo por explicarme que: "a la vida no hay que temerla, ni tomarla en serio". Esa oración la repetiría al menos 15 veces durante la noche. Ahora es profesora. Dicta clase en dos colegios. Me cuenta sobre las declaraciones de amor, una más increíble que otra, de sus estudiantes. Jenny tiene 24 años. Sus alumnos son apenas adolescentes. Ella se ríe. No los toma en serio. "Allá me esfuerzo por ser la profe mala, la brava, la loca". Y esta loca. Lleva esa locura linda.

¿Cómo soportas un golpe así? Así se recibe un golpe -de frente-, el silencio de su madre a un lado de la cocina y ella parada, firme, sin tiempo para levantar sus brazos. La rabia: un golpe. Los gritos de él, los ojos fríos que la observan, el llanto de su hermana menor, un plato en el suelo. El dolor en la mandíbula: un golpe. Jenny, en el suelo, abre los ojos, sus manos en su cara, su mandíbula apretada, escucha crujir sus dientes, la huella en su piel del impacto del golpe, lágrimas, ira. Su madre: un golpe. Escuchará, una y otra vez, la voz de su madre que le reclama por enfrentarse a su padrastro y sentirá que se le rompe el corazón. Un día, esta noche, llegará hasta un balcón de una casa vieja, en la que acordamos esta entrevista, y dirá, por primera vez, que ya no quiere a su madre. Que esta sola. Que no sabe cómo soportar este golpe.

Todavía vive en esa casa. Sonríe.

-Y esa sonrisa?
-Quizás una estrategia. Como si no necesitara entristecerme.

Jacko / Centro de la ciudad