2.5.16

Lunes

Lunes. Salgo de casa mientras la mayoría ya se encuentra en el laburo. Un viento frío levanta el polvo del suelo. Un cielo despejado y profundamente azul. Hay sol, sería un día caluroso sino fuese por el frío propagado por el viento. Si la gente entendiera lo que me cuesta avanzar a tomar un taxi para ir a trabajar. Hace mucho que deseo quedarme a dormir sobre el césped, bajo un árbol. O quizás acomodarme en una cafetería, junto a un ventanal, a continuar con este libro que llevo entre mis manos. Su pasta es negra. Leo pasajes breves cada vez que la realidad me resulta insoportable. Quisiera abandonarlo todo, acogerme en la locura. Mis pasos dejan huellas del color de las hojas secas. No hay lodo en mis pies. Apenas noto las marcas en el suelo. Hay días que me quedo pensando en aquello: en las huellas que dejo, en las hojas secas, en estar solo. Necesito que me rescaten del mundo. Un abrazo, un café, una conversación sin interrupciones. Las interrupciones siempre nos dejan ese sabor amargo a realidad. Una conversación obstinada. Un momento de olvido construido. Algo que me permita irme. Pero irme antes que tú, porque cuando tú te vas se va también mi alegría, mi calma. Quizá por eso estos días te he permitido irte al amanecer.  Un día, lo vengo pensando hace mucho, tomaré todo lo que me ate a la realidad y lo lanzaré por la ventana. Me desprenderé de este celular que suena y suena. Dejaré de ir a trabajar. Me quedaré solo contigo. Me quedaré recostado bajo un árbol, eso es lo más seguro. A mí la pobreza no me disuade, me cautiva. Soy consciente de las facilidades y beneficios que te entrega el dinero, pero no puedo evitar pensar que la pobreza te otorga esa libertad de no estar atado a nada. Esa libertad de no reconocer el temor de perder algo.

Jacko / Lunes

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